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28 MAR 2025

Heridas de la infancia desde la teoría del apego.

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Heridas de la infancia desde la teoría del apego.

Desde los primeros días de vida nos vinculamos emocionalmente con nuestros cuidadores, principalmente los padres o figuras que los suplen como abuelos, niñeras, tíos. John Bowlby (1958) ha demostrado que la tendencia a establecer esos vínculos es innata. A partir de esta conexión, el niño define un estilo para relacionarse con los demás.

Desde pequeños tenemos una necesidad innata de buscar esa cercanía para recibir amor, cuidados y protección en aquellas personas que se suponen cuidaran y nos amaran profundamente.

Necesitamos apegarnos para sobrevivir. Los cuidados que recibimos nos ayudan a transitar por la vida en lo que aprendemos a ser independientes y autosuficientes.

Más que determinar si se tiene o no, es más conveniente valorar cómo es mi forma de apegarme o mi estilo de apego, es decir, la forma que aprendí desde niño de responder a la manera de ser amado y cuidado por mis padres.

Si los padres buscaron la manera de dar cuidados consistentes al bebé, se esforzaron por demostrarle su amor, si estuvieron atentos a sus necesidades, el bebé -gradualmente- aprenderá que el amor no duele, que puede confiar en esas personas que lo están cuidando, pero sobre todo que puede confiar en que él es una persona digna y merece ser amada.

Lo anterior describe en parte la teoría del apego. Dicha teoría del apego establece 4 formas en que las personas aprenden a apegarse dependiendo cómo hayan sido cuidados, educados, criados durante la infancia: apego seguro, ansioso, evitativo o desorganizado

El niño desarrolla un apego seguro cuando la figura de apego está disponible para él, le brindan cariño y al mismo tiempo le permite la exploración del mundo que lo rodea bajo la mirada atenta.

Para un apego ansioso, las personas que cuidan del bebé por momentos muestran poco interés por él y en otros, actúan exageradamente y sobreprotegiéndolo. El niño vive en constante incertidumbre sobre si sus padres o cuidadores estarán disponibles para él.

Con respecto al apego evitativo, los padres o cuidadores suelen reaccionar de una forma que el niño no necesita porque no están disponibles o no están comprometidos con su rol parental. A lo largo de su crecimiento, son niños muy independientes, pero presentan dificultades para gestionar sus emociones y establecer lazos de confianza con los demás.

El apego desorganizado se desarrolla cuando el niño recibe constantemente respuestas repulsivas o agresivas. Se da en familias donde hay maltrato, abusos, padres con adicciones o con psicopatologías. Los niños aprenden que es mejor no mostrar sus emociones porque no tienen seguridad de obtener respuestas de sus padres o cuidadores.

¿Cuál es la utilidad de conocer y comprender las relaciones o el tipo de apego? Porque pueden influir en cómo construimos relaciones, en la personalidad, en el bienestar emocional y la forma en que la persona se ve a sí misma. Los patrones que se desarrollan en la infancia tienden a repetirse en la adultez.

El tipo de apego que se desarrolla en la infancia puede influir en la aparición de heridas emocionales. Dichas heridas pueden ser causadas por experiencias dolorosas, de abuso, pérdidas significativas, de relaciones disfuncionales o eventos estresantes.

Existen cinco tipos de heridas emocionales. Cada una de ellas tiene sus propias características y podemos tener una o varias dependiendo de las experiencias y sucesos que ha vivido cada persona.

  • Herida de rechazo. Es una persona que procura pasar desapercibida, se anula.
  • Factores ambientales y sociales como inseguridad, desastres, violencia, etc.
  • Herida de abandono. Tiene miedo a la soledad, hace lo posible por llamar la atención y ser amado.
  • Herida de humillación. Es una persona que de forma inconsciente buscar el dolor y la humillación,
  • Herida de traición. Como no tolera la traición, hace lo posible por ser responsable y fuerte.
  • Herida de injusticia. Su percepción es que se le aprecie más por lo que hace que por lo que es.


Debido a que lo que aprendemos de nuestros padres en nuestra niñez es lo que llevamos a nuestras relaciones en la vida adulta.

Los apegos que desarrollamos son patrones con los que vamos creciendo con ellos. Por ejemplo, si yo crecí en un hogar permisivo donde todo se vale, todo se permite, eso lo traslado a mi relación; si, por el contrario, me desarrollo en un ambiente restrictivo con límites, entonces idealizo que la relación de pareja es así: exigiendo, no negociando”.

Las consecuencias de no resolver las heridas emocionales de la niñez son varias, y pueden afectar posteriormente nuestras relaciones sociales, al grado de evitar la cercanía o no confiar en los demás, reprimir o exagerar nuestras emociones, sentir ansiedad por abandono, dar en exceso, ser codependientes, entre otros efectos.

¿Cómo podemos identificar, conectar, comprender y trabajar las heridas emocionales? Podemos preguntarnos ¿en qué momento de nuestra infancia nos sentimos de terminada manera?, ¿qué nos hubiera gustado recibir, ¿qué necesito darme o empezar a brindarme? La intención es redefinir nuestras heridas, que nos permita iniciar el proceso de autodescubrimiento, reestructurar el amor propio y construir relaciones saludables.

Si el proceso se torna muy intenso por recordar el pasado relacional, el acompañamiento de un especialista es la mejor opción. La terapia no es solo para tratar heridas, también sirve para no herir a otros. Sanar para aprender para crecer para seguir.


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